Tobías
Cuando vi por primera vez a Toby, algo dentro de mí se removió con lo que se ha soñado sin saberlo. No fue sorpresa, fue recuerdo. Él corrió hacia mí como dos seres que ya se conocían. No hubo presentación, solo reencuentro. Yo lo vi. Él me vio. Nos saludamos con la mirada antigua de los que ya se han amado en otro tiempo, quizá en otra forma, quizá sin cuerpo. Sus lengüetazos fueron como pasajes a un pasado que se convertía en presente.
El joven que me lo ofreció me dio otras opciones. Pero mi dedo señaló hacia uno. Tobías. No lo elegí. Fue una intuición, una entrega sin lógica, como quien reconoce su destino en la curva de una oreja caída. En sus ojos llenos de brillo que renace como cuando el sol nace cada día
Desde entonces, él no vive con nosotros, ¡nosotros vivimos con él!
Mi familia lo miró con los ojos del asombro. Y lo adoptó no como mascota, sino como herencia. ¡Como si alguien muy lejano nos hubiera encomendado la tarea sagrada de amarlo sin condiciones! Y él, obediente a su misterio, se convirtió en vigía de la casa, guardián del alma. A veces se enoja cuando partimos sin él, tira los cojines como si deshilara su frustración. Pero al regresar, su aullido no es lamento: es alegría que no cabe en su melenudo cuerpo.
Toby tiene el don secreto de percibir la tristeza. Cuando lloramos, no pregunta. Se recuesta a nuestro lado, simplemente. En silencio, se vuelve abrigo, aliento. No cura, pero acompaña. Y a veces, eso es más importante. Y su mirada nos aliena a proseguir con fe, y sobre todo agradecimiento.
Seis años han pasado. Seis veces la tierra ha girado bajo nuestras vidas. Y en cada vuelta, el amor por Toby ha crecido como una planta sin nombre, sin podas, sin final.
Cuando nos recostamos en el mueble a ver las películas, él sabe que tiene su lugar entre nosotros, se estira, nos patea y al final se sacude, se echa en el piso y disfruta de vernos juntos. En familia.
No sé cuántas vidas nos queden juntos. Pero sé que, en todas, cuando me mire otra vez con esos ojos que no preguntan, sabré que hemos vuelto a encontrarnos.
Edgar Landa Hernández.